Ayer de sorpresa sube que iba a ir a Santiago de Compostela a ver las cubiertas de la Catedral. Me acuerdo perfectamente del interior de la Catedral porque he ido allí mas de 100 veces y no es coña, la mayor de ellas fue cuando me pase cerca de 3 horas examinándola para mi examen final de Historia del Arte en segundo de Bachillerato. Pero a las cubiertas nunca había ido.
A pesar del alto precio (10 euros, 8 si tienes carnet de estudiante) me interne en la residencia del arzobispo y vimos cosas como la Sala de Armas o la Cocina acordándome de todos los conceptos relacionados: Romanico, Arco de Medio Punto, Cimborrio, Bovedas, Obeliscos... También había una exposición sobre los futuros planes de restauración de otras zonas de la Catedral que no nos dejaron ver (Vamos, que hay que ir por su cuenta a verla, no va incluida). Luego cruzamos la Catedral hasta llegar a las cubiertas.
En ese momento me asombre al ver posiblemente una de las mejores vistas que he visto en mi vida. Veia la zona vieja de Santiago en todo su esplendor y en pleno atardecer, un momento épico que no dude en captar ni un solo segundo. Y es que hay momentos en los que la vision capta grandes momentos en los que debes intentar que esos momentos duren lo máximo posible.
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